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domingo, 1 de mayo de 2011

18 mayo 2009. CARTA LEÍDA EN LA DELEGACIÓN DE EDUCACIÓN GUADALAJARA

Leímos personalmente esta carta a la Delegada de Educación, Mar Gutiérrez, el 18 de mayo 2009, a las 13:30 horas.

Hoy, 18 de mayo, en este mismo momento, en más de una clase de más de un colegio de España, más de un niño está siendo expulsado, discriminado o maltratado psicológicamente por padecer una discapacidad invisible: el TDAH.
Los maestros, simplemente, no pueden con ellos: les gritan, les castigan o les humillan en público, recordándoles lo inútiles que son. Los profesores tienen poca paciencia con ellos y pretenden que los niños con TDAH aprendan de la misma manera que el resto. Pero ellos no pueden hacerlo de la misma forma, porque su cerebro no funciona igual, aunque esto no significa que sean tontos. Sus inteligencias pueden ir desde las regulares e, incluso, un poco inferiores hasta las superdotadas.
Los niños con TDAH parecen molestar a sus compañeros adrede pero, simplemente, es que no pueden detenerse. En vez de acercarse, se chocan y en vez de pedir prestado un lápiz, lo cogen, provocando el enfado y el aislamiento de sus mismos compañeros. Es verdad que los otros alumnos no saben por qué los niños con TDAH se comportan así, ni tampoco conocen nada sobre el Déficit de Atención con o sin Hiperactividad   (TDA/TDAH).
Pero alumnos y profesores si saben que deben de respetar y tratar con consideración a niños con alguna discapacidad sonora, visual, motora o mental.
Las escuelas tienen para ellos libros en Braille, rampas de acceso, sillas de ruedas y materiales especiales.
Nada de esto sucede con un niño con TDAH. Si no atiende, si se dispersa y distrae, entonces es tonto o vago porque no terminó los ejercicios. Y no tiene interés, porque olvidó sus deberes sobre la mesa de la cocina, aunque, el día anterior, tardara el triple de tiempo que sus compañeros en terminarlos. Y, seguramente, todo ese tiempo estuvo perseguido por su madre que, a veces, tampoco ha recibido ninguna orientación sobre lo que su hijo padece.
Somos padres que sólo recibimos llamadas del colegio, para quejarse del bajo rendimiento de nuestros hijos y la poca atención que, como padres, estamos poniendo en su educación y aprendizaje.
Como si hiciera falta que, además del malestar y dolor personal de ver a nuestros niños fracasar en lo social, académico y familiar, necesitáramos que nos criticaran por su mala educación (una realidad de la que tampoco somos responsables como padres).
El TDAH tiene un fuerte componente genético y es un trastorno neurobiológico que se manifiesta en la conducta, el aprendizaje o la socialización.
Es decir, la dopamina, la noradrenalina y la serotonina son neurotransmisores que trabajan en el área prefrontal del cerebro, permitiendo la trasmisión de mensajes eléctricos de una neurona a otra. Se sabe que estos neurotransmisores controlan y posibilitan la capacidad para concentrarse y mantener la atención, para iniciar o terminar una acción, el rendimiento o la motivación, así como el control de los impulsos, la reflexión y el control del grado de actividad.
En los niños con TDAH, existe un desequilibrio químico en las áreas cerebrales involucradas en la atención y el movimiento. La acción de estos neurotransmisores se encuentra alterada, lo que dificulta que ciertos mensajes pasen, de manera adecuada, de una neurona a otra o, incluso, impide la mayoría de las veces, que los mensajes consigan transmitirse. Esto provoca que el área prefrontal del cerebro funcione muy por debajo de lo normal, dando lugar a conductas hiperactivas y/o impulsivas, así como a una anormal falta de atención y a otras muchas limitaciones.
Los problemas de aprendizaje y alteraciones de conducta encontrados en los niños con TDAH son similares a las anomalías que se apreciarían en adultos con daños estructurales en el lóbulo frontal del cerebro.
El TDAH no es nuevo ni es una invención. Es un trastorno que está definido desde hace mas de 100 años y que, si bien ha cambiado de nombre en el transcurso de los años, simplemente lo ha hecho para precisarlo. Pues, increíblemente, aún muchos docentes ponen en duda su existencia.
El colegio interpreta que cuando el niño se comporta agresivamente es porque en casa le permitimos que se comporte así. Que cuando se enfada con sus compañeros por no dejarle participar en el juego, es el resultado de su personalidad y mala educación. Pero, el niño TDAH se comporta así a causa de la impotencia: quiere integrarse en la diversión y, simplemente, no sabe cómo seguir las reglas porque, con frecuencia, no las recuerda. También se interpreta que cuando no se entera de los deberes o se ha distraído durante las explicaciones es porque es vago, inútil y no tiene interés.
Pero, no se puede pedir a los maestros que comprueben si los niños con TDAH han apuntado los deberes en la agenda; no se les puede pedir que les miren a los ojos cuando les dan las instrucciones y que les pidan que las repitan para cerciorarse que las han comprendido. Porque los profesores responden que tienen 20 o 30 niños y que no acabarían la clase si lo hicieran con todos. Pero no es cierto. Con cualquier otra discapacidad sí lo harían y, seguramente, les llevaría más tiempo. Pero siempre es mejor esta excusa que realizar las adaptaciones metodológicas necesarias en esta discapacidad invisible y su desconocimiento les lleva a pensar que lo que estos niños necesitan son castigos y más rigor parental.
Nadie sacaría a un niño en silla de ruedas del aula por no atender en clase. Ni le reñiría por poner "cosa" en vez de "casa", si tuviera importantes problemas oculares y no viera bien la pizarra. Tampoco tendríamos que pelearnos con el profesor para que le hiciera un examen oral si el alumno apareciera en la clase con el brazo derecho escayolado.
¿No se puede terminar con esta situación?
No. Es mucho mejor que el niño llegue irritado y verdaderamente fuera de sí por la frustración, cuando la maestra le ha dicho delante de todos los compañeros que es un vago y un inútil. No, es mucho mejor que desarrolle tal depresión que quiera morirse porque, aunque estudie el triple de horas que sus compañeros, no logra aprobar una asignatura. No, es mucho mejor que el niño se haga pipí en la cama a los 7 años, de pura ansiedad, debido al agresivo y poco sensible ambiente escolar.
Es más fácil expulsarles de la clase y mandarles a casa o sentarles de cara a la pared durante horas, que aprender las técnicas y estrategias para ayudarles a modificar su comportamiento y comprender que les exigimos un autocontrol que no pueden afrontar sin ayuda.
Pero son nuestros hijos y no los suyos los que, de manera compulsiva, arrancan las hojas de los cuadernos, y luego los presentan incompletos. Son nuestros hijos y no los suyos los que se arrancan mechones de pelo por la ansiedad. Son nuestros hijos los que son expulsados de clase por un trastorno del que no son responsables. Son nuestros hijos los que diariamente son señalados, discriminados y lastimados emocionalmente.
Y ¿no es absurdo que los maestros, cuando se enteran que hay medicamentos involucrados en el tratamiento, pidan que se les suba las dosis, como si así se pudiera hacer desaparecer el problema?
No, el trastorno por Déficit de Atención es crónico. Muchos adultos actuales crecieron así, sin tratamiento y muchos de ellos con fracaso escolar, pobre autoestima y, por supuesto, sin siquiera saber que existía una condición neuroquímica responsable de ello. Pero, ¡por Dios…! eso fue hace 50 años. Entonces la excusa era el desconocimiento y la ignorancia. Ahora, ¿cuál es nuestra excusa? ¿No podemos detener esta discriminación?
El TDAH es un trastorno perfectamente diagnosticable y tratable, con mucha paciencia y unas simples directrices y, en esto, la escuela es decisiva para mejorar el desarrollo conductual, psíquico y cognoscitivo de los miles de niños en edad escolar que lo padecen en este país.
EL TDAH AFECTA A ENTRE 7 Y UN 10% DE LA POBLACIÓN INFANTIL Y ADULTA 

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