“Muchas veces leo y oigo que hay que tener cuidado, porque se puede cometer el error de creer que un niño o niña padece TDA-H cuando, en realidad, se trata de un niño que, simplemente, es nervioso o inquieto:
…Os aseguro que no. Cuando unos padres tienen un hijo o hija con TDA-H saben que su hijo/a tiene un problema. A veces, parece que los padres mirásemos a nuestros hijos con lupa para encontrarles algún tipo de patología y poder apoyarnos en ella para que les hagan la vida más fácil. Así, parece que conseguimos que los profesores rompan las reglas y nos hagan el favor de tratar a nuestros hijos e hijas de forma privilegiada... y, de paso, también conseguimos que les aprueben por la cara. Pero, ¡¡ya nos gustaría que nuestros hijos fueran inteligentísimos, destacaran en el colegio por sus buenas notas y su comportamiento y, (aquí viene lo más importante), que fueran capaces de estudiar solos!!.
Se dice que el Déficit de Atención con o sin Hiperactividad se convierte en trastorno cuando repercute, de manera significativa, en algunos de los aspectos de la vida de estos niños. Pero el TDAH no sólo trastorna la vida del niño, sino que, también, desbarajusta totalmente la vida de sus padres y hermanos. El día a día se convierte en una larga y empinada cuesta llena de pedruscos que se despeñan a tu alrededor...
Tu hijo o hija llega a casa: Sacas la agenda y te das cuenta de que viene en blanco. Te toca llamar al amigo o amiga de turno para pedirle, por décima vez en esa semana que, por favor, te diga los deberes del día siguiente. Aguantas los comentarios de la amiga, que está al otro lado del teléfono, que te dice que tu hija no se entera de nada y que parece estar “todo el día colgada”. Tú, ya le has explicado repetidamente a su “compañera”, que lo intenta, pero que llega un momento en que tu hija empieza a escuchar la voz del profesor o maestra, cada vez más lejos y, de pronto, está inmersa en las arenas movedizas de sus pensamientos, de las que no puede salir. Cuando suena la campana que indica que las clases han terminado, vuelve a la realidad:
No ha oído las indicaciones sobre los deberes y recoge lo que tiene a la vista, dejándose el libro que necesita para preparar el examen del día siguiente, los cuadernos de los deberes y la agenda en la cajonera, la mayoría de las veces. Y cuando tu hijo o hija llega a casa y se da cuenta que todo ese material tan necesario se ha quedado en el colegio, te mira con expresión sorprendida y desesperada esperando que tú le des una solución. Y, entonces, una ve que no lo ha hecho a propósito, que ha estado en un agujero negro y que no recuerda nada de lo que ha pasado.
Cuando has cogido la agenda, te das cuenta que no hay deberes escritos, pero sí una nota negativa del profesor que te notifica que tu hija no ha hecho ninguno de los ejercicios que tenía que hacer en clase. ¡Pues claro que no! porque tú sabes que tu hija no tiene la autonomía para iniciar una tarea, ni para perseverar hasta conseguir terminarla.
Entonces, respiras profundamente e intentas recopilar información de los amigos. Te das cuenta de que, además de la tarea de clase sin hacer, tiene otro número infinito de ejercicios para casa y no sabes por dónde empezar. Además, al día siguiente, tiene un examen de matemáticas, con conceptos tan etéreos para ella que no sabes cómo hacer para que los entienda. Ella no comprende que los ejercicios de matemáticas de hoy se hacen de la misma forma que los que hizo el día anterior, porque no sabe aplicar los conocimientos aprendidos en el pasado a problemas que se presentan en el momento.
Además, tiene que presentar un resumen de un libro de lengua que tenía que haber leído. Pero nadie comprende que leer le resulta sumamente complicado. Primero, porque no se concentra y sus pensamientos revolotean como mariposas por su cabeza y, segundo, porque tiene dificultades con su memoria de trabajo, es decir, no tiene memoria a corto plazo, indispensable para retener la información leída al principio de un texto y juntarla con la información que se está leyendo por la mitad o por el final de dicho texto, para poder comprenderlo en su conjunto. Es como lo que te está pasando a ti en ese momento, aunque no tengas TDA-H, que estás tan cansada leyendo el libro de tu hija que sabes que leíste, pero que no lo comprendes y tienes que releerlo una y otra vez, si quieres saber de qué trata la lectura.
Luego tienes que conseguir que tu hija mantenga la atención y comprenda lo que le estás explicándole y, además, y esto es lo más complicado, que se lo aprenda para el día siguiente. Y “la machacas”, haciéndole repetir una vez tras otra, la tercera declinación de latín o las obras de García Lorca, que hasta ese momento te encantaban pero que, a partir de ese momento, irán siempre unidas a la sensación de impotencia y al sentimiento de frustración y dolor de tu hija.
Así habéis pasado seis horas, desde que llegasteis del colegio. Y eso que le diste de merendar en el coche. Son las diez y media: más de las tres cuartas partes de las tareas están sin terminar, no se sabe, ni medio bien, el examen del día siguiente, porque cuando se lo has vuelto a preguntar no se acordaba de nada por sus dificultades de memoria y, por supuesto, tampoco lleva el resumen de lengua porque tampoco recuerda lo que había leído.
Parece que el tiempo se te ha ido entre los dedos y no has avanzado casi nada. Cuando se va a la ducha, te quedas desesperada pensando lo mal que le has organizado la tarde y lo mal que te ocupas de ella y de su hermana, a la que ni has visto, aunque sea más pequeña.
Y al día siguiente, los deberes tampoco estarán apuntados en la agenda, pero si tendrás escritas las quejas de tres profesores diciéndote que tu hija no ha hecho nada la tarde anterior y que vive del cuento.
Gloria López. Madre de Leila y Nadia (ambas con TDA-H)
DEDICADO A TODAS LAS MADRES CON HIJOS E HIJAS CON TDA-H
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